lunes, junio 06, 2011

ROCÍO SESMA VERDE
EL SOL DE MÉXICO/SOCIEDAD


DESDE EL SEXTO SOL
Thalia, Federica, Gabriela y Ernestina Sodi y yo compartimos un mismo escenario de vida: la calle de nuestra infancia en Salvador Díaz Mirón, ellas vivían en la Casa de los Perros entre las calles de Sabino y Fresno y mi casa en el número 178 se localizaba entre Fresno y Cedro.

Esa bendita calle que nos vio crecer y reír en la que sin duda aún resuena el eco de los tacones del andar de mi Mamá Martha y de su Mamá Yolanda, es la que sabe de todos nuestros novios, los grandes sueños ya muchos cumplidos.

Es en Salvador Díaz Mirón donde se estacionó la vida para todas, cuando aún se podía salir a la esquina a esperar el camión para ir a la escuela y toda la realidad se la llevaban los estudios, las amigas, el vestir del uniforme y no había miedo a la vida, no había nada espectacular que te abriera hacia siquiera imaginar el destino fabuloso en esa niña hermosa, rubiecita, delgada que caminaba tomada de la mano de su mamá para ir de compras al supermercado de a la vuelta.

A veces, muy pocas veces paso por ahí, porque aún no tengo el valor de acercarme y acariciar ese portón negro que contiene toda mi historia, mi vida. Sé que a ellas les pasa lo mismo en esa casa de cantera, del portón color madera natural enmarcada desde la azotea hacia la segunda y tercer planta de las estatuas de perros guardianes de sus más íntimos recuerdos de esa fortaleza en el número 153 que hoy sólo palpita en el olvido y abandono total.

Ernesto Sodi Pallares, el padre de Thalia, dejó una huella imborrable de amistad con mi hermano, a quien apodaban el gato, pues con puras mujercitas en casa, Pepe se convirtió como en su hijo y a todos lados lo acompañaba, aún recuerdo cuando en ocasiones lo dejaba en casa.

Thalía nació cuando toda la cuadrilla de amigos y vecinos de la calle ya empezaban a trabajar y curiosamente a pesar de estar todas las mañanas en la esquina esperando el mismo transporte nunca nos hicimos amigas Federica y yo, a lo mejor éramos muy tímidas, pero el destino nos unió y en los últimos años compartimos espléndidos días de desayuno en casa de Mitzy en la zona rosa y disfrutábamos mucho el convivir hasta que todo fue sólo dolor brutal, horror gritando a voces el por qué y a veces es tan oscura la bruma que desaparece todo y ya no quedó tiempo para volver a reír y convivir.

Un día mi familia se fue de Díaz Mirón y la colonia Santa María la Ribera sólo fue un recuerdo más…Thalia también se fue, antes ya toda la pandilla de amigos y vecinos ya se habían cambiado de casa y pasó algo que a muy pocas calles en la inmensa Ciudad de México les ha pasado, sí es que les pasó o sólo le sucedió a Salvador Díaz Mirón.

El caso es que nuestra calle de la infancia ¡!!se quedó vacía¡¡¡… Jamás llegaron otras familias a ocupar las casas y ahora es un espanto fantasmal.

Nuestra calle de la infancia fue un día un polvorín de carnaval, de posadas, de cumpleaños, de fiestas de Navidad, se fascinaban ahí nuestros pasos, nuestro andar.

Hoy, sin vecinos, sin nadie que la camine ya, se pierde en esta gran ciudad.

Hubo fiesta en nuestras vidas, era Gustavo Adolfo Becquer mi fantasma, era el piano de
Thalia el que sonaba, su voz de ángel despertando el corazón de su Mamá en todas las mañanas…No existía el escape, la alta seguridad, no existía el dolor, era nuestra infancia un paso más en el andar en ese futuro que llenas de sonrisas imaginábamos con los pasos del Príncipe Azul, nadie soñaba con la notoriedad.

Salvador Díaz Mirón fue la cuna, fue la paz y todas salimos a bebernos la vida, a regalar sonrisas y buscar en el futuro el desarrollo profesional, ni ella misma imaginó la Luz estelar tan desbordante que la llevaría a brillar cada día más y más y ser un símbolo predilecto de México para el mundo, siempre de la amorosa compañía de su madre Yolanda Miranda Mange.

Mamá Martha partió hace tres años… Isabel Allende más que nunca tuvo razón en mi vida…Escribió que “Por suerte hay una sola Madre, porque nadie aguantaría el dolor de perderla dos veces”.

Las lágrimas de Thalía, de Gabriela, de Federica, de Laura y de Ernestina me removieron el alma y en esa solidaridad interna de saber lo que se siente, me quedé dormida.

Es curioso: soñé que iba a la farmacia y compraba una Mamá para Thalia y una Mamá para mí.

El Universo explicado a mi Abuela, a la venta en librerías.
soldesoles20@hotmail.com.

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